Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

En esta historia de horror, averiguamos si realmente hay un secreto para ser completamente feliz, al menos aquí hay una forma.

En el barrio se había mudado recientemente la señora Berta, una mujer de tal vez un poco mas de 50 años, la cual, al poco tiempo de ser conocida por sus vecinos y, por los hijos pequeños de estos, fue rápidamente catalogada como una de las personas mas felices que todos decían haber visto.

Y no exageraban, la señora Berta, nunca dejaba de sonreír, de ser muy amable y agradable, simplemente, era de esas pocas personas que logran crear simpatía de forma muy rápida, tanto así, que al ser una persona que vivía sola, muchos la visitaban, la invitaban a sus casas y, hasta llevaban a sus hijos de visita a casa de doña Berta.

Por supuesto, llegó el momento en el que la gente se empezaba a preguntar, como era posible que esta señora, siempre estuviera feliz y ellos sin embargo, siempre preocupados por el día a día, por los problemas de la vida, del trabajo, las enfermedades, el mal humor, o cualquier otra cosa que por mas que tratemos de ignorar, al final siempre nos afecta a todos, a todos, menos a doña Berta.

Entonces un día Clara, la vecina mas cercana a Berta, fue a visitarla junto con su pequeña hija Adriana de unos 9 años de edad, Adriana, siempre llevaba con ella a su cachorrito «Bruno», un perrito a quien ella adoraba mucho. Los tres fueron a visitar a la alegre Berta, quien las recibió, e invitó a almorzar.

La tarde transcurría de forma muy normal, Clara conversaba con doña Berta y, la pequeña Adriana jugaba por toda la casa junto con su perrito, entonces Clara esperó una pausa en la conversación y, de forma muy normal le pregunta a doña Berta:

– Señora Berta, la verdad es que a todos en el barrio, usted nos ha parecido una mujer muy amable y, que siempre demuestra estar muy feliz y parece que nada le preocupa…

– Así es querida Clara, así es! – afirmó Berta.

– Le quería preguntar señora Berta, como es que logra siempre estar de tan buen humor, díganos cual es su secreto?

La señora Berta, sin cambiar la sonrisa de su rostro, no dudó en tratar de responder tan inquietante pregunta a Clara…

– Por supuesto Clara, no tengo ningún problema en decirle mi secreto, escuche bien lo que le voy a decir.

Pero justo cuando Berta iba a empezar a hablar, Adriana, llamó a su madre con un grito algo distante, ya que se encontraba en la patio trasero de la casa.

-Mami, Mami… ayúdame a sacar a Bruno, está escondido y no quiere salir…

Sin embargo, Clara estaba tan ansiosa de escuchar el secreto de Berta, que simplemente le grito a su hija, diciéndole que esperara, que ya iba para allá, Clara tenía todos sus sentidos puestos en la respuesta de su vecina, hasta en sus ojos se veía la emoción por saber la razón, Berta al ver esto, volvió a sonreír y le dijo:

– Veo que está muy interesada señora Clara, seguro usted vive muy preocupada al ser madre soltera, pues bien, es muy sencillo, yo también, como usted, vivía muy preocupada por todo, como todos lo hacen, pero una noche, de una forma que no le puedo decir, descubrí, que si saco de mí, todos mis malos pensamientos, mis preocupaciones, mis problemas, todo lo que me puede afectar y, lo guardo, simbólicamente dentro de una caja, entonces solo me queda ser feliz, ese es mi secreto, le recomiendo que lo haga.

Berta le dijo su secreto a Clara, sin embargo, a Clara esta respuesta le pareció algo tonto, no tenía ninguna lógica, incluso se molestó un poco y, pensó que lo mejor era retirarse a su casa, era obvio para ella que doña Berta no quería decirle, si era algún tipo de medicamento o píldora lo que siempre la tenía feliz, así que se levantó sin decirle nada a Berta y se fue a buscar a su hija.

– Adriana…Adriana, ya encontraste a Bruno? – ven que ya nos vamos a casa.

Pero Adriana no contestaba a su madre, ni siquiera Bruno ladraba, así que Clara fue hasta el patio a buscarla, sin éxito, no la veía por ninguna parte, pero justo cuando iba a ponerse nerviosa, vio que una caja que se encontraba en mitad del patio, se movió, indicándole que tal vez Adriana se encontraba escondida allí.

– Adriana sal por favor, nos vamos!

Al ver que no salía, Clara se acercó a la caja para abrirla y, al hacerlo, lo primero que salió fue Bruno, o algo muy parecido a el, ya que estaba todo deforme, sus patitas traseras y delanteras estaban torcidas y parecían salir de otra parte del cuerpo, sus ojos fuera del cráneo, su lengua tan larga que arrastraba por el suelo, sus colmillos habían traspasado su cabecita y, apenas lograba emitir unos gemidos del mas intenso dolor que sin duda, estaba pasando el pobre cachorrito, se había convertido en una especie de masa de carne sin sentido alguno, Clara al ver esto se asustó mucho y retrocedió llamando a Berta…

– BERTAAAAAAA!! BERTAAA!!!

Al girarse Clara, dándole la espalda a la caja y al pobre Bruno, Berta se encontraba justo enfrente de ella con su sonrisa y, como siempre muy feliz.

– Que es esto Berta, que le paso al perrito?

Preguntó Clara sin poder contener las lagrimas de la impresión.

– Oh Clara, es que al parecer, el perrito se ha metido justo en la caja donde yo guardo todos mis malos pensamientos, mis preocupaciones, mis problemas e incluso mis mas oscuros deseos y, por supuesto, ellos se han manifestado en todo su cuerpecito, usted comprenderá, que para que una mujer de mi edad, sea tan feliz, tiene que haber guardado muchos deseos malos, malignos, a lo largo de su vida, sino fuera así, no fuera tan feliz… no ve mi sonrisa?

Clara estaba aterrada, no comprendía nada, pero lo mas importante en ese momento, era tomar a su hija, e irse de aquella casa… pero…

– Usted está loca Berta, a asesinado al perrito de mi hija, donde esta ella?

– No se preocupe por su hija Clara, creo que ella entró en la caja para buscar a Bruno y, en este momento esta saliendo, ya pueden irse.

Detrás de Clara, poco a poco se abría la caja, ella lentamente giraba su cuello, tratando de ver con el rabillo del ojo a su hija, a Adriana, quien ya salía…

– MAAMIII, QUE ME PASAAAA?

Fue lo único que dijo Adriana, antes que su madre pudiera verla, luego de eso, solo los gritos desesperados, de dolor y terror de Clara se escucharon, gritos que se mezclaban con el sonido de la dulce, risa de felicidad que siempre acompaña a doña Berta.

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