Historias de Horror

Cuentos de terror del escritor panameño Enrique Ceballos

Alfonso era un ladrón de poca monta, de esos que salen en las noches a ver a qué ancianita o persona distraída le roban …continue reading Cuento de terror: La caja de madera

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Alfonso era un ladrón de poca monta, de esos que salen en las noches a ver a qué ancianita o persona distraída le roban la cartera o cualquier joya valiosa que puedan llevar en el momento. Sin embargo, esa noche Alfonso la estaba pasando mal, las calles estaban vacías, no había ni un alma a quien asaltar, el cuchillo que siempre llevaba consigo estaba sediento de sangre, pero no había suerte, así que caminó y caminó, sin encontrar víctimas, hasta que algo llamó su atención, en la esquina de una calle muy oscura, se encontraba un viejo muy sucio tirado en el suelo, algo así normalmente no le interesaría a Alfonso, de no ser porque aquel viejo tenía en sus brazos una caja muy linda, parecía tener incrustaciones de oro, y ser de una madera muy fina.

Alfonso rápidamente pensó en arrebatársela, no era lógico que un tipo en ese estado tuviera algo tan valioso consigo, pero mientras se acercaba al viejo, también le pareció raro ver como abrazaba a la caja, era como si fuera su tesoro, aun así Alfonso se abalanzó e inició un forcejéo con el mendigo.

-Vamos maldito viejo, ¿qué tienes allí?…suéltalo, suéltalo o te clavo el cuchillo.

La lucha demoró unos cuantos minutos, mientras Alfonso tiraba de la caja, y el viejo con la poca fuerza que tenía trataba de no perderla, pero por más que Alfonso le hablara, aquel anciano no contestaba, solo emitía sonidos, era como si fuera mudo, Alfonso no estaba para perder el tiempo, así que saco su cuchillo y cortó al viejo, haciendo que este soltara la caja, el anciano abrió la boca por el dolor de la herida, y fue cuando Alfonso se dio cuenta por qué no hablaba, el tipo no tenía lengua, parecía tener más de 100 años y lucía muy enfermo.

Al fin, Alfonso logro arrebatarle la caja y salir corriendo, no sin antes mirar hacia atrás, y ver como el viejo se arrastraba por el camino siguiéndolo, moviéndose de manera muy perturbadora.

-Vaya que es persistente, pero ¿qué habrá en esta caja?

La caja parecía estar cerrada por un candado, al llegar a casa, Alfonso intento abrirla dándole golpes, pero le fue imposible, estaba cansado por el hecho de haber corrido tanto, así que la dejo en un sillón de su pequeña casa y se acostó a dormir, pensando en abrirla al día siguiente.

Sin embargo, ya entrada la madrugada, un ruido proveniente de la sala lo despertó repentinamente, Alfonso fue corriendo hacia el lugar con su mejor amigo en la mano, solo para mirar perplejo como el viejo había llegado hasta su casa, y ya estaba casi saliendo de la misma, arrastrándose con la caja en mano.

-¿Pero qué demonios haces mi casa maldito asqueroso?…no te llevaras esa caja, ahora veo que debe valer mucho.

El anciano se giró con mucha dificultad, y trataba de entregarle un papel a Alfonso, con la intención de que lo leyera, pero Alfonso cegado por la avaricia, apartó la mano del viejo con un golpe, sacó su cuchillo, y luego de varias puñaladas lo asesino.

La caja quedo en el suelo, Alfonso estaba casi sin aliento luego del esfuerzo, y el viejo ya estaba muerto, después de tomar un aire, Alfonso comenzó a revisar al anciano, logrando encontrar en uno de los bolsillos de su maltrecha ropa la que parecía ser la llave de la caja y al verla, no podía esconder la felicidad en su rostro, por fin podría abrirla. Por un segundo Alfonso reaccionó antes de abrir la caja, y vio el papel ensangrentado que hace un momento quería entregarle el viejo, lo tomó en su mano, y comenzó a abrirlo, para leer qué era lo que quería decirle…pero se detuvo.

-Bah!…primero lo primero, a abrir la caja…

Alfonso introdujo la llave en el candado, y la giro suavemente, sus ojos brillaban, saboreando el tesoro que estaría dentro, el candado hizo el ruido de que estaba abierto, Alfonso levantó la tapa de la caja y cuando miró dentro…nada…solo había oscuridad…

-¿Nada?…¿esto es lo que cuidaba este anciano?…¿perdiste tu vida por esto?…dijo Alfonso molesto y decepcionado, y fue entonces cuando volvió a levantar el papel que escribió el viejo y procedió a leerlo:

“No abras la caja, te arrancara la lengua”

Alfonso quedo petrificado al leer aquella nota escrita por el viejo, y fue entonces cuando lenta y nerviosamente se acercó de nuevo a la caja, dos ojos que brillaban como diamantes se vieron en el fondo, pero sin darle tiempo a reacción, un enorme brazo, con una mano que podría ser tal vez el doble de tamaño de su cara, lo sujeto fuertemente de la cabeza, los gritos de pánico de Alfonso eran muy fuertes, tan fuertes que abría toda la boca, y entonces otro brazo salió de la caja, le tomó por la lengua y se la arrancó completa desde la garganta, sus gritos se ahogaban en sangre, y su rostro envejecía más y más, sus cabellos se cambiaron a blancos, sus huesos se debilitaron, hasta quedar en el suelo con la única capacidad de balbucear.

Así, arrastrándose, justo como el mendigo antes que él, Alfonso ahora se aferra a la caja, y no la dejara ir por nada, condenado a cuidarla, hasta que alguien más tenga curiosidad de abrirla. Alfonso ahora vive en una calle tirado en el suelo junto a aquella hermosa caja de madera.

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