Cuento de terror: Un padre protector
Una niña solitaria y un pedofílico al acecho, los componentes de una historia de terror para cualquier padre.
Una niña solitaria y un pedofílico al acecho, los componentes de una historia de terror para cualquier padre.
Siempre debemos confiar en la justicia, en las autoridades para que nos protejan en nuestros barrios y casas, pero también es cierto que aveces cometen errores, no debemos olvidar que son simples humanos.
Aunque esta vez el error fue mayúsculo, al liberar a Jack, un pedófilo condenado por abusar sexualmente de muchos niños y niñas, fue condenado por 5 casos comprobados, pero se rumora que al menos atacó a más de 20 chicos menores de 13 años. El problema no fue liberarlo, lo malo fue que por errores de burocracia, no se le informó a los ciudadanos de un barrio que aquel desalmado se estaba mudando a esa área, dejando a todos los niños y niñas expuestos a sus perversos deseos, ya que Jack para nada estaba arrepentido, y ni siquiera era vigilado por la policía, simplemente se salió con la suya, y el lo sabía.
Jack no perdió el tiempo, pensando que tal vez la policía descubriría su paradero, ya estaba manos a la obra caminando por los parques y escuelas del barrio, observando a los niños inocentes, sin poder controlar sus macabros pensamientos, ideando como capturar alguno de ellos, Jack era simplemente un verdadero monstruo, no un fantasma que no podemos ver, pero si un demonio de carne y hueso.
El problema era que para su mala suerte, en aquel lugar los niños era muy vigilados por sus padres, eran llevados y recogidos al salir de la escuela, y cuando jugaban en los parques, sus padres también estaban cerca, era casi imposible secuestrar alguno sin ser visto, ya habían pasado unas semanas, y Jack estaba desesperado, incluso pensó en irse a otro lugar, pero ya estaba integrado con los vecinos, los cuales lo conocían como un hombre solitario, pero amable, siempre dispuesto a ayudar en la comunidad, y como suelen ser estos tipos, era muy querido por todos.
Un día caminando por el lugar, la suerte de Jack parecía cambiar, allí en el parque, entre tantos chicos que jugaban, se encontraba Amelia, una niña de unos 12 años, ella llamó la atención de Jack, porque era la única que se encontraba sola en un columpio, nadie, ni siquiera algún otro niño se encontraba cerca de ella, los columpios a su lado estaban vacíos, y ella se veía muy triste. Jack la observó unos días, y luego se informó con un vecino, quien le dijo que Amelia era una chica muy solitaria, que no hablaba con otros chicos, y que vivía en la iglesia, algo que le pareció muy raro a Jack, como es posible que una niña viviera en una iglesia, cuidada por el cura del lugar, sin embargo no preguntó mas nada por el momento, porque por dentro estaba feliz, emocionado en su perversión, tenía a la victima perfecta, así que esperó al día siguiente, y como una serpiente que asecha a un ratón, siguió el rastro de Amelia hasta el parque, una vez que la chica estaba en el columpio, se acercó a ella, e intentó sentarse en el columpio justo a su lado, pero Amelia lo miró fijamente y lo detuvo diciéndole:
-No…no señor, no se siente allí, ese es el puesto de mi padre…
Jack se puso algo nervioso y comenzó a mirar a todos lados, el estaba seguro de que ella se encontraba sola, el sabía lo que hacía, era un experto, además en el parque casi no había gente ese momento.
-Tu padre?…dónde esta?…yo no veo a nadie, además solamente quiero conocerte y brindarte mi amistad, no te gustaría tener un amigo con quien jugar?…una niña tan linda como tu no debe estar tan sola.
-No estoy sola, mi padre siempre está conmigo, que no lo ve?…el está justo allí, sentado en el columpio a mi lado, lo está escuchando a usted, y también lo mira fijamente…
Jack era un desgraciado, pero también era muy precavido, tal vez podía ser una broma de la chica, pero prefirió alejarse del lugar, y averiguar más sobre su victima.
Lo que le dijeron esta vez fue algo perturbador, aquella niña era hija de Ronald Williams, un tipo que dejaba cualquier cosa echa por Jack, casi como una simple anécdota, y Jack sabía perfectamente quien fue este sujeto, el era un peligroso asesino en serie, fue condenado a la silla eléctrica por el homicidio y canibalismo de al menos 63 personas entre hombres y mujeres, sus métodos era infernales, ataba a las personas con cadenas para luego desmembrarlas y comer sus ojos, era una especie de ritual que hacía con todas sus víctimas, hasta que fue atrapado y ejecutado, Amelia afortunadamente fue el producto de un romance que tuvo Ronald unos años antes de volverse loco y cometer todos esos horrendos actos, sin embargo, la madre de Amelia había muerto, y nadie ha querido nunca ocuparse de adoptar a la hija de tal asesino, las personas eran muy prejuiciosas, y no querían estar involucrados con una chica que tal vez heredaría algo de su padre, así que sólo en la iglesia el cura la dejaba estar y vivir.
Esa noche, Jack estando en su casa, miraba por la ventana, mientras pensaba en lo que le contaron, por primera vez en su vida sintió algo de temor hacía una potencial víctima, algo simplemente no estaba bien con aquella niña, increíblemente pensó en alejarse a otro lugar y no arriesgarse, pero justo antes de irse a dormir, Amelia pasó recorriendo la calle a esas horas de la noche, sola, con una muñeca en la mano, en dirección al parque, Jack lo dudo, pero su demonio interno comenzó a actuar, sus pensamientos se nublaron, era una oportunidad perfecta, no habría nadie en ese parque, solo él y una indefensa niña de 12 años, claramente con un problema mental, sus manos sudaban, sus piernas temblaban, y no pudo resistir mas, salió de su casa, caminando a una distancia segura de Amelia, pero siguiéndola, ella con una muñeca en su pequeña manito, Jack con un navaja en la suya.
Al llegar Jack al parque, todo el lugar estaba solitario y oscuro, solo su navaja brillaba con la luz de la luna, camino entre las bancas del parque, el conocía adonde dirigirse, al área de los columpios, y efectivamente, allí en la penumbra de la noche, sentada en el columpio, estaba Amelia, Jack al verla, sentía una emoción por todo su cuerpo, las ansias de tener a Amelia entre sus manos, ya casi no se podía contener, asi que se acercó a ella y le dijo:
-Hola Amelia…que haces aqui tan sola y a esta hora?…juegas con tu muñeca?
Sin embargo, Amelia no contestó enseguida a Jack, ella solo le estaba arrancando la cabeza, los brazos y las piernas a su muñeca, ante la mirada desorbitada de el, y luego le dijo:
-No señor….no juego…mi padre me está enseñando algo que debo aprender…
-Escucha chiquilla, estás realmente loca, pero eso no me importa…
Jack le arrebató lo que quedaba de la muñeca a Amelia, para luego tomarla por el cuello, tirar la niña al suelo, y arrastrarla hacía los arbustos para cometer su vil acto, Amelia, sin embargo no gritaba, no forcejeaba, estaba realmente tranquila, incluso cuando Jack le puso la navaja en la garganta, la niña no mostraba miedo alguno, Jack reaccionó a esta situación inusual para el, acostumbrado siempre a disfrutar con los gritos de los pequeños a quienes abusaba.
-Que te sucede niña, estas tan loca que no eres capaz de asustarte?…o es que no sabes que te voy a hacer?
Amelia con una sonrisa en el rostro le respondió a Jack, algo que el no esperaba escuchar.
-No señor…no tengo miedo, porque mi padre siempre me cuida, y el está justo detrás de usted…y me sonrío, porque conozco esa mirada en sus ojos, y creo que es usted quien debe estar asustado.
-Que?…que dices?
Al girar Jack su cuello, no vió a nadie, pero si sintió el peso de una enorme mano que lo agarro con firmeza por el hombro, levantándolo en el aire, obligándolo a soltar a Amelia, Jack aterrado, comenzó a gritar, pero fue inútil.
A la mañana siguiente, el cura y las monjas de la iglesia, salieron desesperados a buscar a Amelia, alertando a los vecinos que se unieron a la búsqueda, al llegar al parque, todos quedaron con los ojos y la boca bien abiertos, a excepción del cura que cayó de rodillas, puesto que frente a ellos se encontraba el torso de Jack colgado de las cadenas del columpio, el cual parecía haber sido torturado toda la noche y madrugada por una navaja filosa, y en el suelo, donde se encontraban sus piernas y brazos mutilados, estaba Amelia, jugando con ellos, tocándolos con sus deditos, ensuciandose con la sangre, quizas era inocencia, o tal vez fue como ella misma le dijo a los allí presentes, con una mirada tierna y una mueca en el rostro:
-Mi padre me dijo que siguiera jugando con el!